08 marzo, 2012

Narvales: unicornios del mar


Cuentan antiguas leyendas que los unicornios, viéndose terriblemente perseguidos por los humanos y viendo su existencia en peligro, rogaron a los Dioses que les concedieran una nueva morada donde poder vivir en paz, alejados de esos seres que acababan con ellos en pretensión de adquirir sus mágicos poderes. Los Dioses, apiadándose de ellos, les concedieron sus deseos y les ofrecieron los océanos como morada. Profundidades donde los humanos serían incapaces de encontrarlos. Transformaron sus cuerpos para adaptarlos a las aguas, les ofrecieron la majestuosidad de las ballenas y la inteligencia de los delfines y conservaron sus cuernos, donde residía todo el poder y la magia de estos seres mitológicos.


Los narvales pertenecen a la familia de los Monodóntidos (junto a la beluga), dentro del suborden de los Odontocetos (cetáceos con dientes), que a su vez se incluye en el orden de los Cetáceos.

Viven en el Ártico, casi siempre cerca de los bloques de hielo flotantes. Suelen vivir en grupos pequeños, con un número de individuos que oscila entre dos y doce, pero se forman concentraciones más grandes cuando migran. Durante la migración, existe una separación según el sexo y la edad; los grupos de machos se diferencian muy bien porque todos los miembros de edad similar tienen una longitud de cuerno parecida. Los narvales se alimentan en aguas profundas de calamares, pulpos, peces y crustáceos.



Poseen un abultamiento de la frente y carecen de aleta dorsal. Sus cuerpos son robustos pero de pequeño tamaño: un macho adulto puede medir hasta 5,5 m de longitud y las hembras son algo más pequeñas. Los narvales sólo tienen dos dientes, los incisivos de la mandíbula superior.  El colmillo derecho está muy reducido y casi no se ve, pero el izquierdo crece hasta formar una especie de cuerno recto, espiralado, que puede alcanzar una longitud de 3 m, siendo la característica más notable de los narvales machos.

En un principio se suponían que el cuerno era utilizado para perforar los bloques de hielo del mar Ártico. Posteriormente se observó que el cuerno es primamente utilizado para indicar dominancia: es más probable que machos con cuernos más largos atrajeran a las hembras. Esta hipótesis fue sugerida por la lucha entre los narvales cuando dos machos chocan sus cuernos.




Estudios mucho más recientes han descubierto que el diente del narval tiene las capacidades de un sensor hidrodinámico. Diez millones de diminutas conexiones nerviosas van desde el nervio central del colmillo del narval a su superficie exterior. Aunque el colmillo aparenta rigidez, es como una membrana sumamente sensible, capaz de detectar cambios en la temperatura, presión, y los gradientes de partículas en el agua del entorno. Debido a que los narvales pueden descubrir dichos gradientes, son capaces de discernir el grado de salinidad del agua, lo que podría ayudarles a sobrevivir en el congelado entorno ártico. También, les permite distinguir partículas en el agua que son características de los organismos de su dieta. Como este colmillo y su utilizad aún no se ha encontrado ningún caso similar en la naturaleza.
 

Sin embargo, esta maravillosa especie sufre una gran amenaza por los cazadores furtivos de la zona ártica (como los inuit). Se aprovecha la piel, la carne, la grasa y, sobre todo, los cuernos (son de marfil). Éstos se utilizan como adorno, para esculpir figuras y con menos frecuencia, como medicamento, pues se les atribuyen ciertas propiedades medicinales. Aunque el narval no está considerado como una especie en peligro de extinción, sus poblaciones pueden disminuir tanto por la caza como por la sobreexplotación de las especies de las que este animal se alimenta.

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